lunes, 6 de julio de 2020

Un amor cualquiera...mi segunda reseña como Nobelera con B.



Hace unos días, como cada vez que sucede que tengo correo de la Nobel, leí la carta que Marienca (a quien espero que no le moleste que la nombre en la mía) nos envió con la reseña sobre el libro que Rafa eligió para ella y nos vino a decir, entre otras muchas otras cosas bonitas sobre la Nobel y sobre su experiencia en el confinamiento, algo en lo que coincido plenamente con ella: Rafa te elige un libro y siempre acierta, con ese radar librero que cada vez atina más y falla menos…

Creo, desde hace mucho tiempo, en la empatía, y quería empezar esta reseña diciendo que empaticé con la tuya, con tu reseña, y, sin conocerte, Marienca, empaticé también contigo. Son esas sinergias de las que hablabas, las cartas y estos correos que nos unen sin habernos visto, o que nos ayudan a conocernos cada día más, creando lazos invisibles, esta vez, a través de un sinfín de palabras que pululan por la red y nos permiten conocer muchas historias, no solo las que están escritas en los libros de los que hablamos, sino las de quienes poquito a poco estamos de paso por la Nobel, con mayor o menor recurrencia, dejando una parte de nuestra esencia en el brillo de esas estanterías…formando parte de una especie de “familia Nobelera”.

Y digo todo esto antes de empezar a hablar de “Un amor cualquiera”, de la escritora estadounidense Jane Smiley, porque este libro también, o sobre todo, habla de familia…esta vez, de esa que no elegimos, como suelen decir por ahí, porque es la carnal…Una familia no demasiado típica, diría yo, aunque…¿quiénes podrían decir que la suya lo es? Las marcas de ejemplaridad de una familia se ven más en la imagen que esta proyecta al resto del mundo que en las que existen entre quienes la conforman. Una cosa es lo que somos, y otra lo que de nosotros el resto ve, o cree que ve…Pero en el fondo todos y todas sabemos que no existe la familia perfecta, o que la familia más perfecta es aquella que está plagada de imperfecciones, o incluso de alguna traición, y a pesar de todo, los lazos permanecen ahí, aun cuando la distancia física está marcando a una madre como Rachel, que tras muchos años vuelve a encontrarse en su casa con sus tres hijos: Michael, Joe y Ellen. Justo ahora que son mayores, y que ese reencuentro podría significar más para ella un conocimiento nuevo sobre cómo piensan, viven y sienten cada uno de ellos, o en qué se han convertido en su ausencia, que simplemente el regreso de unos hijos a casa…

Pero esta novelita que se lee en dos ratillos y medio es también el descubrimiento de su ex, Pat, a quien creía que conocía bien y que aparece en la historia siempre desde los recuerdos sorprendiendo mucho más si cabe como padre que como marido. Aquí también vemos la historia de una separación, de un divorcio que cambia el rumbo de esta familia para siempre…

Hablaba yo al principio de que la familia perfecta no existe…A menudo las obligaciones familiares las marcan los actos cotidianos que realizamos junto a nuestros seres queridos, junto a los de nuestra sangre, y que van desde acudir a eventos juntos, celebrar los cumpleaños o simplemente, tomar un desayuno mientras el día termina de llegar. En “Un amor cualquiera” asistimos como si fuéramos los vecinos de al lado, escondidos tras los visillos de la ventana, sin que nadie perciba nuestra presencia, a charlas reveladoras entre madre e hijos en torno a una mesa y conversaciones espontáneas con olor a café, o al humo de esos puritos atados con un hilo rojo que ahora fuma uno de los hermanos gemelos, tras su regreso de la India. Con la diferencia de que nosotros, lectores y lectoras, aparte de vecinos “cotillas” sí escuchamos qué se cuenta esa familia ahora, y sí conocemos conforme nos acercamos al final, todos esos secretos que tanto la madre como los hijos han tenido a bien ocultarse durante tantos años…a pesar de haber estado escribiéndose cartas de vez en cuando. Secretos y miserias como las de una familia cualquiera…

Y en un lugar destacado dentro de la narración, el encuentro fraternal de los dos gemelos, Michael y Joe, que, también después de mucho tiempo separados, restablecen esa conexión de antaño tan inexplicable, tan…¿mágica?...que parecen tener los seres que nacen casi al mismo tiempo, que son prácticamente iguales para la mayoría, pero que una madre siempre distingue a la primera…

Esta historia está escrita con naturalidad, sin demasiadas descripciones ornamentales, pero sí las necesarias para que advirtamos que la genética es un factor más, pero no determina demasiado que por ejemplo estos gemelos tengan que comportarse necesariamente de la misma forma…¿A quién no le ha molestado alguna vez que lo comparen con su hermano o hermana? En este caso si hay algo que podemos observar en ellos, aparte de una extraordinaria complicidad, es la diferente personalidad de cada uno, como si hubieran burlado las leyes de Mendel a pesar de todo…

A través de las reflexiones de Rachel, en un tiempo narrativo presente, fresco y dinámico, con diálogos directos y sin pretensión de grandilocuencia, vamos desgajando cada una de las historias que componen las vidas particulares de los miembros de esta familia en situaciones tan cotidianas como un pícnic que los acerca un poco más en apenas tres días de convivencia.

Esta es la historia de “Un amor cualquiera”, que en realidad nos demuestra que en todas las historias de amor, por diferentes que sean a la nuestra, al final existe un deseo común que suele ser siempre alcanzar esa añorada felicidad de la que nos han hablado tanto desde pequeños. Aunque ello suponga abandonar el nido familiar, para tarde o temprano terminar regresando a casa, y comprobar que los olores, los sabores, las luces y las sombras siguen siendo los mismos, a pesar de lo que el tiempo haya hecho en cada uno de nosotros y a pesar de nuestros cambios.


1 comentario:

  1. Me encantan tus palabras y cómo nos cuentas tú interpretación... Me recuerdas a los programas de paginados, etc. Después de que has hecho el efecto deseado de leerlo, por lo importante de la familia en nuestras vidas... ¿Tiene la letra grande? Besos miles. Si es así lo podré leer. Ya sabrás quién soy hormiga...

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