martes, 29 de diciembre de 2009

NAV.IDEANDO...


El otro día puse el Belén en casa (de mis padres). No me considero más cristiana por ello, ni más navideña, pero la verdad es que lo prefiero al árbol, igual que prefiero los Reyes a Papá Noel.

De pequeña, en mi casa sólo se ponía el árbol, siempre insistía a mi madre para que lo pusiéramos apenas entraba Diciembre (¡qué adelantá!) y ahora es ella la que tiene que tirar de mí para que arranque y lo ponga. Sólo poníamos el árbol. El ritual del Belén lo vivía en casa de mi tía Mercedes. Recuerdo que tenían figuras y figuras del nacimiento. Y el modus operandi era siempre el mismo: íbamos a buscar musgo (si ese año había llovido), y a por piedrecitas, matojos, y cualquier palito que pudiéramos aprovechar para el atrezo. Después, todo era diseño. Las montañas, hechas con papel de saco del pienso de los animales de mi tío Paco; el río, por supuesto de papel de aluminio; la cueva, tres piedras enormes dispuestas a modo de dolmen; y ¡cómo no!, alguna que otra desproporcionalidad evidente del tipo "¿Por qué la gallina es más grande que San José?", "¿por qué las puertas de las casas son más pequeñas que los habitantes de Belén?"o "¿por qué espolvoreamos harina, si vivían en un desierto?"...¡Todo un momentazo navideño!

Hace relativamente poco tiempo que pongo el nacimiento en casa, pero he de decir que aunque me da pereza, es como volver a la infancia.

Este año, llegué, me fui a por tierra _porque mi Belén es de albero, en el desierto no nieva_ y mi padre me acompañó (este paternalismo ayudó aún más a sentir algo de morriña). Cuando echamos a andar por delante de mi casa me di cuenta de que hacía años que no cruzaba a pie esa carretera y recorría ese camino (añísimos, diría yo). Al momento, empezaron a ladrar los perros del vecino a escasos metros, en los corrales. Todo era tan conocido para mí,... y hacía tanto tiempo que no lo vivía. Entonces de pronto, empezó a llover, mi padre seguía inmerso en una conversación con el vecino, que había salido de su invernadero, y la lluvia empezaba a ser cada vez más intensa. Mi primer pensamiento fue "vámonos, que nos estamos mojando", pero de repente, empecé a sentirme muy bien. El hecho de estar en ese camino sin asfaltar (todo un logro), cercano a casa, oler la tierra mojada, con los ladridos de los perros de fondo, mientras mi vecino Manolo decía a mi padre que si le podía hacer a su padre un apero de esparto...no sé. Sentí que ese tipo de familiaridad, de ruralismo, de cotidianidad, de vecindad no deben perderse nunca y da un poco de pena que pasemos los días sin reparar en la importancia de esos detalles. Es de locos el ritmo de vida que llevamos, también el ritmo con que nos sentimos un poco obligados a vivir la Navidad...es cierto, pero sin ella, yo no hubiera sentido esto que he intentado explicar.

En definitiva, la otra esencia de la Navidad _no la que me venden_ , poner el nacimiento y sentir antes el olor a tierra mojada, andar por un camino que está tan cerca y parecía estar tan lejos, pensar en una persona especial para ti y desearle un buen año, mirar las figuras del portal de Belén y quedarte pillada con las luces blancas...Terminar de montarlo y colocar la estrella, la guía, abrir un regalo el día de Reyes...¡Es precioso!

No sé si sois amantes o detractores de la Navidad, y precisamente por eso os trasmito mi mejores deseos; a los que no os gusta la Navidad, venid a poner el nacimiento conmigo el próximo año; a los que sí os gusta la Navidad, venid a poner el nacimiento conmigo el próximo año. Os prometo un ratico entrañable...

Os prometo que no tiene nada de particular, y precisamente por eso, es por lo que, misteriosamente, se convierte en algo especial, necesario en algunos casos, me atrevo a decir.



FELIZ NAVIDAD Y FELIZ 2010.